Escudo del Tribuna de la Santa Hermandad de Ciudad Real
Ya comentamos en la entrada anterior que hablar de represión del bandolerismo hasta bien entrado el siglo XVIII es hablar de hermandades. En esta ocasión vamos a fijar nuestra atención en una de las instituciones más interesantes, en mi modesta opinión, de estos años medievales. Si, nos vamos a acercar un poquito a las conocidas como Hermandades Viejas, también conocidas, tenían derecho, como santas, de Toledo, Talavera y Villa Real (posteriormente Ciudad Real). Decimos que interesantes y podríamos decir también sorprendentes por muchas razones como por ejemplo su llamativa longevidad; echen cuentas, hacia 1302 ya se conoce documentación de su funcionamiento y no es hasta 1835, unos cuantos siglos después, cuando en pleno desmantelamiento del Antiguo Régimen son extinguidas como muchas otras viejas organizaciones patrias. Es tanta su duración que por nueve años no se convierten en contemporáneas con la Guardia Civil (creada en 1844). Por otra parte su origen resulta desde luego igualmente muy curioso, ya que detrás de su fundación no estuvo ni el (primitivo) estado ni los propios municipios, sino que fueron asociaciones de colmeneros las que organizaron estos grupos de (auto)defensa frente a los bandidos que por aquellos años debían de asolar sus pequeñas explotaciones apícolas. Igualmente resulta destacable el hecho de que estas instituciones sirvieron de modelo a otras posteriores y aquí tenemos que mencionar a la famosa Santa Hermandad de los Reyes Católicos, también conocida como Hermandad nueva; De las Santas hermandades, viejas o nuevas, nos ha quedado el recuerdo de sus alcaldes y cuadrilleros, unos personajes que trascendieron su función represiva para formar parte de la cultura popular, alimentada por cierto, por muchas obras literarias (mismamente en El Quijote) donde sus agentes no son representados mayormente con la mejor imagen. Otro factor, y ya por último, a destacar es el relacionado con este blog (y por eso lo traemos aquí) ya que estas instituciones sobrepasaron su ámbito de actuación local siendo varias las referencias ( como luego veremos) que nos hablan de su actividad en las provincias de Segovia y Madrid.
Alonso de Palencia. Cronista de época
Como ya decimos la fundación de estas hermandades de colmeneros se debió a la necesidad de asegurar sus pequeños negocios apícolas en las fragosas y solitarias comarcas de la Jara y de los montes de Toledo, en un contexto histórico donde se conjugaba la repoblación de estas tierras y la puesta en marcha de una incipiente actividad comercial en unos territorios que no mucho tiempo atrás pertenecían a los musulmanes. La fundación de estas hermandades está relacionada, de hecho así se cita en las mas antiguas documentaciones, al peligro que por aquellos años suponían las correrías de los famosos y misteriosos golfines, nombre con el que se denominaba a grupos de bandoleros que asolaban las comarcas de la meseta sur y de desconocido origen: tal vez el exsoldados, tal vez grupos de nobles venidos a menos, tal vez simples asociaciones de delincuentes de todo tipo y origen. Inevitable no traer aquí de nuevo, ya lo hicimos en otra entrada, las palabras del cronista catalán Desclot escritas hacia 1300.
“Y aquellas otras gentes son castellanas o salagones del interior de la profunda España, la mayor parte hidalgos, que por no tener bastante hacienda para vivir como tales, por haber gastado o jugado lo que tenían, o por algún delito, ausentados de sus tierras con sus armas por no saber otro oficio ni modo de vivir, idos a los Puertos de Muradal y fortificados en aquellos fragosos montes en frontera con los moros, salen a cautivar y robar cuantos moros y cristianos pasan por el camino que va de castilla a Córdoba y Sevilla, sustentándose de las presas en la aspereza (..) que el Rey de Castilla no ha podido, aunque lo ha procurado someterlos. (Quirós)
Fachada de la cárcel de la Santa Hermandad en Toledo
Otro testimonio, en este caso sobre el efecto represivo de las hermandades, es el que escribe el cronista Alonso de Palencia, en
la segunda mitad del XV, y que recoge Julio Puyol en su libro Las Hermandades de
Castilla y León (pagina 61). Concretamente nos dice lo siguiente:
(…) en sus
territorios, merced a la institución, apenas se atreve hoy nadie a coger lo que
se encuentra en medio del camino, y mucho menos lo que hay en las casas; tal es
la crueldad del castigo y el excesivo rigor de la sentencia. Por el robo más
insignificante, por el más ligero delito perpetrado en cualquier parte de aquel
territorio, persigue el culpable hasta Aragón y hasta Portugal, y, una vez
preso, llévanle a los montecillos señalados para las ejecuciones, donde han de
atarle en lo alto de un madero…y diestros cuadrilleros disparan contra él más
de veinte saetas”
De la
actividad de estas instituciones por la sierra de Guadarrama y sus alrededores,
nos han quedado diversas referencias documentales. En el siglo XVIII, Según nos cuenta el historiador Antonio Álvarez de Morales en su libro Las hermandades, expresión del movimiento comunitario en España, se fecha un libro de
registro de la hermandad, correspondiente a los años de 1705 a 1715, por el que conocemos que por
aquellos años la Hermandad Vieja tenía comisarios en localidades como Segovia,
Colmenar Viejo, Los Molinos y la propia ciudad de Madrid.
Igualmente,
en las ordenanzas municipales de Segovia
quedaron reflejadas las estipulaciones necesarias para la obtención del título
de alcalde de la
Santa Hermandad. Entre otras cosas sabemos que se buscaban: “personas mayores de 25 años, de buena vida y
costumbres y escogidos entre los mejores oficios”. En las mismas ordenanzas se
establecía que sus funciones eran las de:
“Limpiar los caminos, veredas, montes y pinares, y siempre que a su
noticia llegue haber esta gente, o haber sucedido un robo fuera de los muros de
esta ciudad, dará parte al sr. Juez y con su escribano y cuadrilleros saldrá en
su busca y averiguación de lo sucedido”.
Como decimos
la propia ciudad de Madrid tuvo sus jueces comisarios. Seguimos en este punto a María del Carmen Pescador del Hoyo en su artículo Madrid y la Santa Hermandad Vieja de Ciudad Real. En los expedientes
conservados al efecto, se pueden encontrar con informaciones curiosas
que nos hablan de la minuciosidad que
por aquellos años (siglo XVIII) se establecía para la elección de los cargos. Además de las
necesarias referencias que tenían que traer los candidatos, se elaboraba un
cuestionario (toda una entrevista de trabajo). Por ellos sabemos
en aquellos años los oficios de la hermandad no debían de resultar muy
atractivos para los naturales de la villa de Madrid y que eran sobre todo gentes nacidas
fuera, las que mayoritariamente aspiraban a dichos cargos. En ocasiones se
trataba de personas que viajaban con frecuencia y el título les permitía poder
ir armados. Otros, en cambio, buscaban un tipo de prestigio personal. Para
otros tal vez esperaran alguna clase de beneficio económico y por supuesto que
los habría vocacionales.
Santiago Martín Arribas
Santiago Martín Arribas