La península Ibérica hacia 1200. Imagen de la Wikipedia.
Después de 29 entradas dedicadas a los bandoleros y sus
actividades bandoleriles ya es hora de que hablemos
un poco de sus perseguidores. Por que no es posible imaginar un ladrón sin su policía, algo que sabemos desde nuestra época de juegos infantiles. Cierto que ese halo romántico que acompaña muchas veces a las vidas y obras de los bandoleros no se aprecia de la misma manera en aquellos que pretendían capturarlos vivos o muertos. Si, los perseguidores han tenido "peor prensa", valga la expresión, y seguramente como consecuencia de ello, sus andanzas, penalidades y éxitos han permanecido fuera de las historias y leyendas populares. Eso si, rebuscando en las fuentes históricas, por ejemplo en la prensa de su tiempo, si es posible encontrar referencias sobre ellos, siendo sus nombres citados destacadamente en unas noticias que se acompañaban con información de los correspondientes premios y ascensos. Pero no, en la llamada cultura popular la figura del perseguidor no ha despertado la misma atención que la de los bandidos. En todo caso, alabados o no, lo cierto es que desde el inicio de los tiempos siempre habrá habido quien se dedicara a combatir al bandido e intentar recuperar lo robado.
Aunque situábamos en los tiempos de la dominación romana las primeras referencias escritas conocidas sobre actividades bandoleras en nuestro país, para acercarnos hasta las primeras instituciones creadas, más o menos expresamente, con la intención de combatir la inseguridad en los caminos tenemos que avanzar un buen trecho en la historia y llegarnos a los años de la Edad Media. Eso no quiere decir, evidentemente, que no existan referencias anteriores de esas persecuciones, simplemente es en estos años donde, siguiendo a los especialistas en la materia, nos vamos a encontrar con los primeros ejemplos de esas instituciones creadas de forma diversa, no siempre por las autoridades del momento, y que serán el antecedente de otras más sofisticadas y desarrolladas. A partir de ahora, y con el paso de los años, van a proliferar diferentes cuerpos de seguridad, creados para solucionar un problema crónico que tenía sus periodos de agudización de tal manera que en muchas ocasiones y, especialmente en los siglos XVIII y XIX, llegarán incluso a solaparse. Un proceso que tendrá su definitiva conclusión con la creación de la ya citada Guardia Civil en el año 1844. La Benemérita será la institución que definitivamente, tras muchos años de lucha, acabe con el bandolerismo tal y como lo entendemos en el sentido más clásico de la palabra. La eficacia del cuerpo unido al progreso en las comunicaciones y otros aspectos sociales harán cada vez más difícil la vida a los bandoleros, hasta que ya bien entrado el siglo XX, desaparezcan ¿definitivamente? de los campos y sierras españoles.
Pero definitivamente retrocedamos a los años medievales. Por que es hacia 1200, año/decenio arriba, año/decenio abajo, cuando se fechan unas cartas de Hermandad suscritas entre municipios a uno y otro lado del Sistema Central, concretamente entre las ciudades de Avila y Segovia con la toledana de Escalona (y de esta última con Plasencia). Estamos en el contexto de la Reconquista, cuando las tierras arrebatadas al moro iban siendo primero ocupadas y posteriormente repobladas creándose una incipiente organización jurídica-administrativa. El estado, tal y como lo conocemos hoy en día, es débil y poco estructurado. En este caso van a ser los propios concejos los que se organicen entre ellos, en defensa de unos intereses comunes, con el objeto de, mediante acuerdos, llenar los vacios organizativos existentes. En este caso, en estas cartas de Hermandad, lo que subyace es la preocupación por cuidar, por fomentar y favorecer una trashumancia ganadera que cruzaba las sierras centrales de la península. Para ello en estas cartas se regulan diversos aspectos entre los que se encontraban el fomento de la seguridad de esos caminos. El historiador Jorge Urosa Sánchez, al que seguimos en este punto en su libro Política Seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, dice lo siguiente hablando de la carta de Hermandad entre Ávila y Escalona:
Por otra parte en la carta de Hermandad suscrita entre el municipio de Segovia con Escalona, va a aparecer una mención al Apellido, institución medieval que consistía en la persecución de los bandidos por parte de grupos de personas organizadas a tal efecto en cada localidad por la que se tuviera noticia de que fuera pasando el perseguido, o perseguidos en su huida, avisadas mediante el repique de campanas.
Estas Cartas de Hermandad, volvemos a insistir, son un ejemplo más de las conocidas como Hermandades, acuerdos entre una variedad de colectivos y con un objetivo común, que por supuesto no siempre estaba relacionado con el combate al bandolerismo. Objetivo que si tendrá quizás la más famosa de todas, la Santa Hermandad creada por los Reyes Católicos en 1476 (tan de moda ahora mismo por la serie de Televisión Española). Hasta ese momento, otras muchas hermandades habían existido especialmente en tiempos de conflicto políticos, pero siempre limitadas en el tiempo. Una excepción notable lo serán llamadas Hermandades Viejas de Ciudad Real, Talavera y Toledo, que si bien de forma bastante difusa, perdurarán hasta 1835. Estas Hermandades Viejas, con el paso de los años, sobrepasarán los límites geográficos que indican sus nombres actuando en otras partes de la península, por ejemplo, en las provincias de Madrid y Segovia.
Seguimos hablando de hermandades en la siguiente entrega.
Santiago Martín Arribas
Refriega entre bandoleros y la Guardia Civil
Pero definitivamente retrocedamos a los años medievales. Por que es hacia 1200, año/decenio arriba, año/decenio abajo, cuando se fechan unas cartas de Hermandad suscritas entre municipios a uno y otro lado del Sistema Central, concretamente entre las ciudades de Avila y Segovia con la toledana de Escalona (y de esta última con Plasencia). Estamos en el contexto de la Reconquista, cuando las tierras arrebatadas al moro iban siendo primero ocupadas y posteriormente repobladas creándose una incipiente organización jurídica-administrativa. El estado, tal y como lo conocemos hoy en día, es débil y poco estructurado. En este caso van a ser los propios concejos los que se organicen entre ellos, en defensa de unos intereses comunes, con el objeto de, mediante acuerdos, llenar los vacios organizativos existentes. En este caso, en estas cartas de Hermandad, lo que subyace es la preocupación por cuidar, por fomentar y favorecer una trashumancia ganadera que cruzaba las sierras centrales de la península. Para ello en estas cartas se regulan diversos aspectos entre los que se encontraban el fomento de la seguridad de esos caminos. El historiador Jorge Urosa Sánchez, al que seguimos en este punto en su libro Política Seguridad y orden público en la Castilla de los Reyes Católicos, dice lo siguiente hablando de la carta de Hermandad entre Ávila y Escalona:
“manifiesta una decidida preocupación por regular las relaciones
económicas entre ambos municipios y ello significa, en primer lugar, proteger
los derechos de los vecinos de ambos concejos en sus respectivos términos
municipales, persiguiendo los delitos y crímenes que en ellos pudieran
producirse”
Imagen Medieval. El bandolerismo sería una de las preocupaciones de los monarcas.
Por otra parte en la carta de Hermandad suscrita entre el municipio de Segovia con Escalona, va a aparecer una mención al Apellido, institución medieval que consistía en la persecución de los bandidos por parte de grupos de personas organizadas a tal efecto en cada localidad por la que se tuviera noticia de que fuera pasando el perseguido, o perseguidos en su huida, avisadas mediante el repique de campanas.
Estas Cartas de Hermandad, volvemos a insistir, son un ejemplo más de las conocidas como Hermandades, acuerdos entre una variedad de colectivos y con un objetivo común, que por supuesto no siempre estaba relacionado con el combate al bandolerismo. Objetivo que si tendrá quizás la más famosa de todas, la Santa Hermandad creada por los Reyes Católicos en 1476 (tan de moda ahora mismo por la serie de Televisión Española). Hasta ese momento, otras muchas hermandades habían existido especialmente en tiempos de conflicto políticos, pero siempre limitadas en el tiempo. Una excepción notable lo serán llamadas Hermandades Viejas de Ciudad Real, Talavera y Toledo, que si bien de forma bastante difusa, perdurarán hasta 1835. Estas Hermandades Viejas, con el paso de los años, sobrepasarán los límites geográficos que indican sus nombres actuando en otras partes de la península, por ejemplo, en las provincias de Madrid y Segovia.
Seguimos hablando de hermandades en la siguiente entrega.
Santiago Martín Arribas