bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

La Pedriza y el secuestro de los hijos del Marqués de Gaviria. Primera parte



Pedriza Invernal

          Como ya vimos, son varias las informaciones y leyendas que nos hablan de la presencia de bandoleros en la Pedriza. Y no tanto por que eligieran sus escabrosas soledades como lugar de asalto, ya que realmente ninguna vía importante de comunicación atravesaba ( ni lo hace hoy en día) este terreno. Más bien, suponia un lugar de escondite, tanto de los propios bandidos como de otras personas traídas aquí contra su voluntad. Al menos, que sepamos, tres historias nos hablan de unos secuestros que tuvieron su escenario en la tortuosa y agreste geografía pedricera. Y sin duda alguna, la más famosa y documentada es la que nos habla del rapto sufrido por los hijos del Marqués de Gaviria, hecho que sucedió en el més de abril de 1839. Célebre debido tanto  a la importancia de la familia de los secuestrados, los Gaviria, poseedores de una importante fortuna y bien conectados con el “poder” de su tiempo, como por qué la autoría del secuestro se atribuyó desde casi un primer momento  ( excepto algún rumor que lo relacionaba con la guerra Carlista) a unos bandidos bien conocidos y también igualmente bien conectados, en este caso con el hampa más castizo.

         Y es que Francisco Villena, alias “Paco el Sastre”, y Mariano Balseiro, supuestos inspiradores y ejecutores,  albergaban dentro de su "Currículum Vitae" la destacada  "experiencia profesional"  de haber formado parte de la banda del legendario Luis Candelas, auténtico mito del robo en Madrid, ya fallecido, por otra parte, en este tiempo. La fama de estos individuos, para que se hagan una idea, podíamos compararla con la de otros delincuentes célebres de nuestro tiempo, se me ocurre el Dioni o el Lute, pongan ustedes el que les apetezca.


La familia Gaviria era una de las más ricas de la ciudad. Su famoso palacio, construido en  1846, es prueba de ellohttp://www.ucm.es/info/hcontemp/madrid/burguesia.htm

            El mismo  Balseiro tal vez no fuera a ningún plató de televisión ni sirviera de inspiración a ninguna película pero desde su tumba podría presumir de aparecer en un conocido libro de viajes de su tiempo, concretamente, La Biblia en España, basado en las peripecias vividas en su viaje por nuestro pais por el británico  George Borrow,  un divulgador del protestantismo en la atrasada España de la epoca y que  todavía hoy, en nueva edición, se puede encontrar en cualquier libreria o  biblioteca pública.

           La documentación sobre este asunto es amplia. Al menos conozco hasta una decena de referencias en la prensa de la época, a las que hay que añadir el capítulo dedicado a este asunto por Jose de Caravantes dentro de su colección de "Anales dramáticos del crimen o causas célebres" ( 1859). Curiosa obra que recoge, según dice el autor ( y le vamos a creer) , las informaciones extraidas en el posterior juicio.  Escrito en un tono casi de folletín ( el culebrón de otros tiempos), dentro de este libro podemos leer las declaraciones aportadas por todos los implicados: Niños, pastores, familiares, frailes, alquiladores del coche, etc. Con ambas fuentes ( prensa y libro)  podemos hacer un retrato más que ajustado, con sus luces y sombras, de lo que sucedió en aquellos días,  que preocupó sobremanera a las gentes de su tiempo y que tuvo como escenario a la Pedriza.

         Esta historia empieza a tempranísima hora del 27 de abril de 1839 y tiene lugar no en la sierra si no en pleno centro de Madrid . Y es que en las Escuelas Pías de San Antón, situadas en la calle de Hortaleza de Madrid, los frailes que regentan el colegio reciben sobresaltados, por lo intempestivo de la hora, a un hombre que dice venir de parte del tio de una pareja de hermanos internos en el centro  y que trae malas noticias. Su  padre está gravemente enfermo y quiere ver a sus hijos, tal vez, por última vez. Necesita recogerlos inmediatamente. La nota decía, según diversas fuentes, así:

Muy señor mío: Mi sobrino don Manuel Gaviria se halla desde anoche con un fuerte dolor cólico, y como no tiene alivio y está clamando toda la noche por ver a los niños, pasa por ellos mi apoderado Don Pedro López en un coche. Advierto a usted no diga la causa por qué vienen, que aquí la sabrán. Con tan infausto motivo se ofrece a usted de nuevo su afligido y humilde Q.S.M.B.

Fdo. José de Gaviria.


 Edificio de las Antiguas Escuelas Pías en la Calle de Hortaleza.

         Se les dice, para no preocuparles, que seguramente vayan a pasar unos días a la finca que en Valdemoro tiene la familia. Abandonan el colegio y suben a un coche de caballos. Pero como ya habrán supuesto ni el mensajero es enviado por la familia, ni la carta es autentica, ni, como les han dicho los frailes, van a dirigirse a Valdemoro a pasar unos días. Por el contrario, el emisario es un secuestrador, la carta un burdo truco y su destino es la sierra. Los secuestradores tienen prisa. El tiempo corre en su contra. Los niños salen de Madrid por el actual Paseo de la Castellana y en el pueblo de Fuencarral, exactamente a las siete y media, en la plaza de la población, cambian de medio de transporte. Abandonan el carruaje y se suben junto a otros diferentes hombres en sendos caballos. Tras todo un día de huida hacen noche en la dehesa de Montalvillo situada las inmediaciones del San Agustín de Guadalix. Allí reciben una cena que pensamos que no sería del agrado de un nutricionista de nuestro tiempo: Un poco de queso, pan y aguardiente.

         Por su parte en la ciudad de Madrid se han venido realizando las primeras gestiones. La influencia de la familia se hace notar y el suceso empieza a conocerse por toda la ciudad. Se revuelve Roma con Santiago, y rápidamente se organiza todo un dispositivo de búsqueda. Caleseros, frailes, alcaldes, personal de los portazgos y todo aquel que hubiera podido ser espectador del paso del cuarteto es interrrogado. Las informaciones recogidas apuntan a que el destino final es la sierra del Guadarrama. Se organiza todo un importante despliegue de busqueda. Las sospechas, como ya apuntamos anteriormente,  empiezan a recaer en dos viejos conocidos de la policía de su tiempo:  Los ya citados Francisco Villena y Mariano Balseiro, escapados recientemente de prisión.

Esto continua...

© Santiago Martín Arribas