bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

Maquis en el Guadarrama. Primera parte

Maquis en España. Una pequeña franja se adentra en la sierra de Guadarrama
(Mapa publicado en la Wikipedia)

               Aunque es comúnmente aceptado que el bandolerismo (tal y como entendemos normalmente el término) desaparece de nuestra historia  en el siglo XIX en la Sierra de Guadarrama y en la tercera década del siglo XX en el resto de  España, lo cierto es que tras el final de  la Guerra Civil española, al igual que sucede habitualmente en todo conflicto armado, montes, bosques y demás soledades volvieron a ser escenario de algunas de las formas de vida que caracterizaron al clásico bandolero (huido de la justicia, escondido en lo más solitario y fragoso del terreno, asaltado y escapando, sobreviviendo de cualquier manera) van a volver a aparecer de nuevo.


           Efectivamente los denominados maquis, básicamente guerrilleros antifranquistas, pero también simples huidos, merodearon por muchos de los escenarios en los que habían actuado los antiguos bandoleros. Hay que dejar bien claro lo antes posible, para que no quepa la más mínima duda, de que por supuesto maquis y bandoleros no son lo mismo, si bien es cierto que los maquis fueron profusamente denominados bandoleros por las autoridades del momento, franquistas of course, con una clara intención política, con idea de deslegitimar su lucha intentando además alarmar a una población rural que tenía todavía en el recuerdo muchas de las fechorías de los antiguos bandoleros. Por otro parte esa confusión normalmente interesada entre el guerrillero y el bandido ha sido como ya hemos visto en este blog una constante a lo largo de la historia. Sin irnos mas lejos y buscando información sobre Lucas Reguilón el maquis por antonomasia de la sierra y del que hablaremos en la siguiente entrada, en la hemeroteca digital del ABC, y más concretamente en su edición de 29 de enero de 1956,  se puede encontrar la noticia de su detención (10 años después, por cierto, del final de sus acciones serranas) en la que aparece varias veces denominado como bandolero y también como forajido.

 
Paisaje pirenaico cerca del Valle de Arán en donde se vivió el mayor intento por acabar con la España franquista.
            Desde luego los maquis, enorme obviedad,  tenían motivaciones bien diferentes a las de los bandoleros. En estos últimos era el enriquecimiento personal y su gusto por lo ajeno su incentivo. En los maquis, en cambio,  su vida montaraz era una consecuencia de una lucha política llevada, eso si, al máximo. Pero claro que había también similitudes. Ambos vivían como perseguidos (lo eran, claro), un carácter, el de clandestino, que condicionaba totalmente su existencia, eso si, ya sin caballos como medio de transporte. Los famosos caballistas de los que hablaron los escritores románticos no resucitarán.
           Tras el final de la guerra civil española, la mayoría de los excombatientes republicanos pasan a Francia. En nuestro país quedarán dispersos algunos opositores ocultos ante el miedo a las represalias del régimen. Pero a partir de 1944, cuando la evolución de la Segunda Guerra Mundial hace pronosticar la victoria definitiva del bloque aliado y el consecuente fin de la letal contienda, se empieza a vislumbrar que el régimen de Franco se iba a quedar aislado políticamente y que una intervención internacional en España pueda tener lugar. De esta manera se alientan las esperanzas de los republicanos en el exilio y de la actividad guerrillera. Desde Francia empiezan a pasar diversos contingentes que rápidamente son derrotados. A la  oposición más combativa al franquismo, tras el fracaso de estos intentos,  no le quedará más remedio que  tomar un carácter montaraz. Empiezan a proliferar las pequeñas partidas que aprovechan terrenos difíciles como bosques  y montañas para actuar.
 
La literatura sobre la oposición al franquismo en los montes (durante y después de la guerra) es abundante
Estos guerrilleros, que van a ser conocidos con el nombre de maquis (término proveniente al parecer del francés y que tenía a su vez un origen corso, que aludía a monte o arbusto), van a compartir con los bandoleros algunos de sus rasgos. Por ejemplo, el escenario de sus correrías. Al igual que los bandidos necesitan ocultarse, y encuentran sus escondites en la naturaleza más intrincada en la que encuentran refugio en lugares tales como cuevas, oquedades o antiguas edificaciones en lo más apartado de los montes. Será necesario encontrar apoyos en las gentes del lugar, con objeto de conseguir los suministros de  todo lo imprescindible para su supervivencia. Lo obtendrán en muchos casos de forma voluntaria pero en otros, al igual que los bandoleros, tendrán que recurrir a amenazas y coacciones. También comparten con las partidas de bandidos el reducido número de sus componentes, haciendo de su rapidez y agilidad una de sus ventajas frente a los perseguidores. Se van a recuperar igualmente aquellos duros enfrentamientos con la Guardia Civil. Y por supuesto, surge de nuevo el fenómeno de la idealización de sus protagonistas y actividades, una mitificación limitada lógicamente a sus seguidores,  a la que ayuda el carácter escurridizo y casi fantasmal de sus acciones.