bandoleros del Guadarrama

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La Pedriza y el secuestro de los hijos del Marqués de Gaviria. Fin, la Pedriza, Marqués de Gaviria

La Pedriza. Los niños la conocieron a fondo.

               El secuestro había llegado a su fin.  Los niños son  recuperados, no así  los raptores que huyeron sin dejar mayor rastro.  Sobre lo sucedido en los siguientes momentos nada mejor que recuperar las informaciones recogidas en la prensa de su tiempo. Como las publicadas  en su edición  de 1 de mayo de 1839 por "El Eco del comercio" donde podemos leer lo siguiente:

“ Los niños fueron conducidos a las dos de la mañana a al fábrica, donde la delicada atención del dueño les ha prodigado toda clase de obsequios. La fuerza que marchaba en persecución de los raptores llegó a la fábrica el lunes por la mañana, recogió a los niños, a quienes salieron inmediatamente a buscar de Madrid, donde han entrado ayer, habiendo recibido en los pueblos del tránsito muchas pruebas de interés”

 Información que continua con una curiosa perorata que nos recuerda tiempos recientes:

“Ahora resta que el gobierno y esa policía quela nación paga tan costosamente trabajen por que no quede impune un crimen tan atroz, propio solo de la barbarie de la antigua regencia de Argel (¿), que es un borrón en nuestra época y que denota cuan poco vale aun en la misma corte la seguridad individual”


              Los niños sanos y salvos vuelven a Madrid dejando atrás  los aromas serranos. No creo que los echaran de menos. Y su entrada  en la ciudad supone todo un acontecimiento.  De la noticia, como hemos visto, se hizo eco general la prensa por lo que  el común de las gentes estaba al corriente de lo sucedido.

              Todavía quedaba algo más de surrealismo a esta historia. El anciano pastor Perea,  quien se comprometió, no le quedaba otra, a llevar la carta del rescate,  (iré mañana, parece que dijo a los secuestradores), cumplió su palabra como es de ley.  Unos días después de que los niños ya estuvieran en casa, y en la dirección que le habían dicho,  calle Mayor, 16 concretamente, apareció el buen hombre con la misiva  presentándose a una, podemos imaginarnos, sorprendida familia. Al parecer buscaba alguna gratificación por su labor de retrasado mensajero, no pregunten por qué.


El Garrote Vil. Sentarse ahí debía de ser muy triste.

            Finalmente  son  detenidos Francisco Villena y Mariano Balseiro. Niegan con rotundidad su participación en los hechos. Les dió absolutamente igual. Su expediente delictivo era amplio y suficiente para ser condenados con severidad independientemente de que se demostrara o no su implicación en el secuestro.

              El abogado de Villena adujo en defensa de su cliente la "mala fama", un "monstruo invisible" nada menos,  que,  según él, era la principal  razón de su acusación. Vean como se manifestaban los abogados de aquel tiempo:

 “ .. en el momento en que se difundió por la población el ruidoso hecho que se persigue, no dudaron ya muchos que los verdaderos autores lo habían sido mi defendido y Balseiro, sin otro motivo que raciocinar (¿?) de este modo que esa fama que dice el promotor (el fiscal) y que tantos males ha acarreado a mi patrocinado.. No cesaría, señor de dirigir mis argumentos contra ese monstruo invisible ( la fama pública) de la sociedad que tantos daños ha causado siempre y que es el único motivo y la sola causa que ha perjudicado y perjudica a mis patrocinados” (Caravantes, pagina 234)

             El 20 de julio de 1839 ambos fueron ejecutados, no sin antes haber intentado un indulto por conducto del propio Sr. Gaviría (Eco del comercio, 20 julio). Tal vez la familia de los niños se diera por satisfecha con la recuperación de los niños o tal vez creyeran en su inocencia.
                        De esta manera recogió la prensa su muerte:

“ Ayer sufrieron pena de muerte en garrote los reos Balseiro y Villena. Concurrió mucha gente a la carrera de su fatal tránsito, deseosa sin duda de conocer y observar a aquellos cuyos hechos les habían dado nombradía. El primero conservó mucha serenidad no así Villena.”

 © Santiago Martín Arribas