Collado del Val de Halcones. Al fondo la cuerda oriental de la Pedriza.
Y es que la Pedriza, además de albergar un difícil terreno, era un lugar mayormente solitario. Adosada como un gran bloque granítico sobre la Cuerda larga (línea de cumbres que se extiende entre los puertos de Navacerrada y la Morcuera), penetrar en este terreno es adentrarse en todo un callejón sin salida, lleno, por cierto, de otros todavía más pequeños; estrechas sendas, que parecen no llevar a ninguna parte. Y dentro de este terreno, entre los escasos espacios en los que la tierra aparece en medio de los bloques de granito, una rala vegetación sólo puede dar cobijo a pequeñas explotaciones ganaderas. Fueron desde siempre los pastores los principales conocedores de este terreno. Y ellos fueron los que contaron a los primeros excursionistas que por allí se acercaron las historias que nos han llegado hasta nuestros días.
Son muchos los lugares dentro del circo pedricero y sus aledaños, en los que se pueden contar historias sobre los bandidos. Collados, canchos y cantos, si pudieran, hablarían largo y tendido acerca de leyendas de bandoleros, fechadas siempre de forma poco concreta en el siglo XIX. Bandidos como Pablo Santos, personaje de oscura biografía del que hablaremos en su momento, secuestrados que fueron escondidos aquí, y otras muchas historias y leyendas de las que desconocemos muchos datos concretos, pero de las que podemos más o menos suponer, su grado mayor o menor, de verosimilitud. Si seguir la huella del bandolerismo en la sierra nos permite conocer gran parte de su geografía, seguir a los bandidos pedriceros nos adentra por todo tipo de vericuetos, por casi desaparecidas sendas, e incluso plantea para el más tenaz el reto de encontrar lugares antiguamente citados y todavía no bien localizados. Incluso un varias veces centenario árbol y una ermita nos pueden contar también sus propias historias de bandoleros.
En el año 1852 una noticia publicada en el periódico “El Clamor Público” ya nos informa de la existencia de estos personajes. Así en octubre podemos leer que:
“10 o 12 hombres perfectamente montados y equipados, vagan por el sitio llamado Las Pedrizas, en las inmediaciones de Colmenar y se han dejado ver en los alrededores de El Paular, Miraflores y demás pueblos de aquella Sierra. Nos han asegurado, aunque nosotros no respondemos de la exactitud de la noticia, que el sábado último salieron los ladrones al camino de Castilla y robaron unas diligencias, internándose después en Las Pedrizas. Los habitantes de los pueblos cercanos se hallan poseídos de un terror pánico de mismo modo que las personas cuyos negocios les obliga a transitar por lugares tan sospechosos”.
Y sobre las precauciones que se debían tomar la noticia continúa:
“Anteayer salieron de Madrid algunos caballeros y entre ellos un ingeniero de Minas. Todos iban armados hasta los dientes y dispuestos a impedir un golpe de mano”
Caprichosas formas. Parece un viejo mamut petrificado. Cosas de la geología.
Luego los Quirós, Laforest y otros pioneros del excursionismo publicarían estas informaciones, haciendo que definitivamente esas viejas leyendas perduraran y se extendiera consecuentemente su conocimiento a gentes ajenas al mundo rural. De esas historias pedriceras seguiremos hablando.
(c) Santiago Martín Arribas