bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

La idealización del bandolero. Primera parte

               Desde luego no es lo mismo ser un ladrón que un bandolero. No quiero decir que realicen actividades diferentes. Me refiero a la percepción del término. Y es que por un ladrón, un chorizo, un mangante o cualquiera otra palabra que elijamos para decir lo mismo no se muestra la misma simpatía (y comprensión) que cuando se habla de bandoleros. De hecho cuando a un bandolero se le representa, por ejemplo, vamos a suponer, en una serie televisiva (y no hay que retrotraerse a los tiempos de Curro Jiménez, las hay actuales) no son pocos los rasgos positivos que sobre su figura aparecen. De hecho, si nos centramos en el físico, suelen ser bien parecidos, de una belleza varonil, y de una edad apropiada para galanes menesteres. Consecuencia de todo esto: la guapa del pueblo se suele quedar prendada de tan bella y viril figura.Una guapa, morena y joven españolaza que normalmente está acosada, sentimentalmente mayormente,  por una autoridad político-policial-militar, generalmente menos agraciada. Y ahí no queda la cosa, ya que el bandolero, a diferencia del chorizo, no solo atrae la admiración de las guapas. También la de los ancianos,  niños y en general, la del común pueblo llano.

Diego Corrientes. Uno de los bandoleros más idealizados. Juraría que esta imagen se utiliza también para Candelas.


        Además, apagamos la televisión, y volvemos a lo escrito y oído, el paso del tiempo hace normalmente perdonar lo malo y resaltar lo bueno. Así, servidor, por ejemplo, acerca de el  Tuerto Pirón, ha podido escuchar y también leer de alguien que previamente se ha explayado acerca de  sus correrías acabe terminando con ese auténtico clásico que dice "robaba a los ricos para dárselo a los pobres".

         Las personas que se han encargado de investigar sobre este asunto de la idealización, algo también he investigado yo, nos cuentan que ese proceso se ha llevado a cabo en todas las clases sociales. Así las más populares, antiguamente la inmensa mayoría de la población, le adjudicaban valores positivos como la del opositor y rebelde con causa, en lucha frente a unos gobernantes a los que no importaba mucho la existencia de una sociedad desigual e injusta. (Hoy en día lo sigue siendo, pero, de momento,  no hay comparación posible). El bandido para el pueblo llano era, además,  generoso, magnánimo, ejercía una propia, pero buena justicia y se oponía al poderoso. Paro las clases más altas, que curiosamente como ricos estarían en el punto de mira del bandido, también extraían  lo que más les interesaba. Así en muchos casos, y esto se puede ver en los escritos de viajeros extranjeros, se destacaba la caballerosidad del bandido. Y también la nobleza de sus actos.  Un señor en toda la regla. Vamos que había para todos.

Bandolero con su maja. Ilustración de Doré.

       Otro de los rasgos curiosos de este fenómeno de la idealización del bandolero es la falta de correspondencia entre la fama que adquiere el bandolero, vivo y muerto, y las acciones atribuidos que en muchas ocasiones no tendrían la importancia suficiente ni siquiera para que aparecieran publicadas en la prensa de su tiempo. De esta manera bandoleros que actuaron durante unos pocos años, con acciones poco destacadas y que no han dejado rastro en archivos o en la ya citada prensa, adquirieron notable fama ( y no sólo local) que además ha permanecido durante siglos.

        Desde luego a esta pervivencia o construcción de una leyenda ayudaba mucho el carácter popular de su procedencia. Nacidos en los pueblos, de familias humildes y conocidos por su entorno, su celebridad en ocasiones se ve como algo llamativo para una  clase social condenada a la invisibilidad. El bandolero es  generalmente,  más temido que odiado.
   
         En este proceso de idealización ha sido muy importante el papel jugado por la difusión de los acontecimientos en los que se vieron envueltos, de sus acciones bandoleras, de sus correrías. La transmisión oral favorece que la persona que narra los hechos añada o quite información. Unas veces por olvido,  otras  intencionadamente, y muchas con la inocente intención de hacer más interesante el relato. La abundancia de propagadores de estas historias favorecía  la transformación de las historias y también la mezcla de unas con otras.