bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

La ermita de la Peña Sacra. Los bandidos no temen a Dios

La ermita.

           Uno de los objetivos más comunes de los bandoleros fueron las iglesias y ermitas. Las riquezas que allí se encontraban, muchas de ellas costeadas gracias al esfuerzo y devoción de los habitantes de los pueblos, suponían para los ladrones un cebo difícil de desdeñar. Además, la soledad de las ermitas, situadas normalmente en las afueras de los pueblos y a notable distancia en algunas ocasiones, hacía que fueran muy vulnerables a los asaltos. Y eso que,  en muchos casos, para evitarlos  se establecían diversas medidas de protección como su cierre a cal y canto (no literalmente), la presencia de vigilantes, papel que de alguna manera desempeñaban los propios ermitaños cuando los había, o, algo muy prudente,  se retiraban los objetos de mayor valor depositándolos en lugares en principio más seguros, como las iglesias parroquiales y retornándolos el día de alguna fiesta o la inevitable romería.

Vistas de la Garganta del Manzanares desde la ermita.

           La Ermita de la Peña Sacra, situada en las afueras del pueblo Manzanares el Real, en la entrada de la Pedriza, fue edificada en lo que sería seguramente ancestral lugar de culto. Su situación era y es desde luego fantástica. Edificada sobre el granito de un  prominente roquedo ofrece magníficas vistas  sobre el río Manzanares. Por otra parte  se encuentra a corta distancia del denominado Canto Redondo, gran piedra sobre la que, según nos cuenta Quirós, todavía a inicios del siglo XIX, bailaban alrededor, como celebración supuestamente de ancestrales ritos previos al cristianismo.

           De la atracción que la ermita, o mejor dicho las riquezas que su interior albergaba,  tuvo que provocar en los bandidos nos ha quedado el relato de un anónimo pastor que podemos leer  dentro de un reportaje publicado sobre la ermita en la revista Gran Vida (febrero 1911). El pastor, sin entrar en más detalles, nos habla de los forajidos que “en sus altas cavernas organizaban las batidas que hicieron célebres sus hazañas por la carretera de Francia y caminos vecinos”, decidieron un día “apoderarse de cuanto allí hubiese de valor” Pero no contaron con la resistencia de la guarda, una serrana castiza y valiente, que al parecer se enfrentó a ellos con inusitada firmeza.

Ermita de la Peña Sacra

              Quirós en un artículo publicado en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza de enero de 1918, titulado “El descubrimiento del Guadarrama”, atribuye a la banda de, como no, Pablo Santos otro intento fallido de robo a la Ermita. No sabemos si sería el mismo que narró el pastor. Al parecer y según Quirós este asalto fue recogido en alguna de las cincuenta voluminosas novelas de Enrique Pérez Escrich, nombre y apellidos que a la mayoría de los lectores no les dirá nada (ni a mi tampoco) pero que fue al parecer un prolífico y exitoso escritor en su tiempo,  hoy olvidado al menos para el común de la gente. El propio Quirós buscó en vano y no encontró nada. Invitó al lector más testarudo a seguir en la investigación (yo algo he hecho), intentar leerse las cincuenta novelas y comunicárselo a este autor. Se gratificará.