bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

El alcornoque del bandolero

Pequeño abrigo junto al alcornoque.

          Aunque parezca sorprendente algunos árboles han tenido en su corta o larga vida la oportunidad de establecer relaciones de todo tipo con bandoleros. En ocasiones fueron sus ramas las que sirvieron de sujeción a la horca de la que fueron colgados dando por finalizadas de esta manera, los bandidos, sus andanzas. En otros casos fue el interior del árbol lo que sirvió de escondite a alguno. Ya hemos hablado de la vieja y desaparecida olma de Rascafría, en la que, cuenta la leyenda (porque la historia no puede decir nada al respecto), supuestamente se escondía el Tuerto Pirón, intentando ponerse al día de esta manera de las ultimas novedades económicas y monetarias de los vecinos del lugar. En el caso que nos trae ahora aquí, éste centenario alcornoque de la Pedriza y las piedras que lo circundan sirvieron, se dice, se comenta,  de lugar de cobijo y reunión de bandidos. Tal vez sirviera para esconder algún botín. Tal vez para repartir los beneficios de un golpe. Tal vez para descansar. Tal vez para planear nuevos golpes, y tal vez, esto es muy de bandoleros, para discutir sobre algún tema y acabar a navajazos o trabucazos entre ellos mismos.

          Un camino que sale desde la zona del Tranco permite en apenas media hora acercarse a este paraje predicero donde podremos darnos cuenta "in situ" de lo adecuado y conveniente del lugar para todas estos asuntos de la reunión y del escondite. Bajo el cobijo y la sombra del alcornoque, la disposición de los bloques de piedra ha diseñado un espacio, pequeño eso si, pero suficiente, para albergar el descanso, reunión,  o refugio de un grupo reducido de personas. Además este paraje está convenientemente situado junto a un camino y desde el lugar se contempla perfectamente el caserío de Manzanares y sus cercanías. Lo tiene todo: luminoso, ventilado y con buenas vistas. De hecho lo pisado de este terreno nos habla bien a las claras de su utilización, tal vez, además de los menesteres anteriormente citados, como cobijo de ganado.


Desde estos escondites las vistas son amplias.


          Ya que lo hemos situado un poco decir que en cambio resulta más complejo acercarnos a su leyenda. Lo cierto es que no hemos encontrado en la prensa histórica noticias que nos hablen de este paraje y su leyenda bandolera. Las informaciones que aparecen en libros, publicaciones e Internet, son igual de vagas que las que hago yo aquí, y realmente todo hace pensar que se trataría de una leyenda local, difícil de rastrear en su origen, como sucede con las mayorías de ellas. Como no podría ser de otra forma se atribuye al legendario Pablo Santos, su paso por aquí,  pero el que siga y conozca este blog sacará sus propias conclusiones.


         Pero a diferencia de otras entradas sobre bandoleros hay que reconocer que en este caso la propia historia del árbol tiene tanta o mayor relevancia que la leyenda que acoge. Árbol singular y varias veces centenario, este alcornoque es, además de bello, toda una rareza. Primero por que no son precisamente habituales los ejemplares de esta especie en la sierra ni en la Comunidad de Madrid, donde el género Quercus está mas representado por la encina e incluso por el roble. Segundo por la tremenda longevidad que se le atribuye, (se habla de hasta 500 años) algo también especialmente relevante. Y tercero (lo voy a dejar aquí) todavía es más rara la disposición de sus raíces. Introducidas en la pared de la roca, parecen agarrarse al granito pedricero como pidiendo que nadie le arranque de allí.

Ahí le tenemos, pegado a las rocas.

© Santiago Martín Arribas